El Cansancio de Dios
Esa tarde le compró telas, bombones, dulces; juguetes de plástico y pelotas multi-colores para el hijo y recién por la noche, cuando ella se durmió con el pelo esparcido sobre el pecho, recordó lo que en el pueblo habían vuelto a decirle.
Lo mismo que cuando la conoció, su carcajada empezó a elevarse para hacerlos callar, hasta que le mostraron la fotografía de una mujer muy parecida a la suya. El periódico hacía una semana que había llegado de la capital y un revuelo de comentarios convirtieron en esquivas las miradas que, sin embargo, descubrió. Era muy parecida, aunque tuviera el pelo corto y rubio. De él también decían que era igualito al puestero de la estancia grande. Se sonrió al pensar que tal vez, Dios se cansara de crear rostros diferentes y enemigos y pusiera rasgos similares entre los hombres para confundir a la indiferencia y lograr en esa forma que fueran más amigos.